MUTUO
Méndez Núñez, 7
08003 Barcelona
A lo largo de nuestra vida, las mujeres, o personas con vagina, visitaremos múltiples veces una consulta ginecológica. La recomendación de Sanidad Pública es hacerlo cada 1-3 años, dependiendo de las circunstancias individuales, sin embargo, más del 50% de las mujeres no seguirán esta recomendación. No es novedad que a casi ninguna mujer le gusta ir al ginecólogo. Desgraciadamente, sentir ansiedad, miedo, vulnerabilidad, vergüenza e incomodidad son parte de la experiencia común de muchas mujeres al visitar este especialista. Pero, ¿por qué lo vivimos de esta forma?
La falta de sensibilidad y empatía hacia una paciente en una posición extremadamente vulnerable, el juicio, la infantilización, el paternalismo, la falta de avance científico, la desinformación, el tabú o la normalización del dolor femenino son algunas de las formas sutiles de violencia patriarcal que sufrimos las mujeres con relación a nuestra salud íntima. Una violencia que ocurre en un contexto médico donde aparentemente imperan los valores del cuidado y la atención, y dónde precisamente se espera todo lo contrario a violencia.
La violencia ginecológica afecta a la mitad de la población, es un problema sistémico y complejo en el que intervienen multitud de factores y del que todos participamos de forma más o menos consciente. Esta exposición busca detectar y desnormalizar estas situaciones como primer paso indispensable hacia una mejora.
1. El trato
La visita ginecológica se diferencia de cualquier otra revisión médica por el alto nivel de vulnerabilidad al cual se exponen las pacientes. Claro está que no es lo mismo hablar con un médico estando vestida y sentada en una mesa, que hacerlo desnuda, con las piernas abiertas y sin ver cómo un extraño manipula herramientas en tu vagina.
La vulnerabilidad despierta en nuestra mente la misma respuesta que una amenaza física; interpretamos la falta de control de la situación como un peligro y nos volvemos extremadamente sensibles. Por esta razón, la revisión ginecológica requiere de un alto grado de empatía, respeto y cuidado por parte de los profesionales, para evitar herir o incomodar a la persona atendida.
Sin embargo, demasiado a menudo, las mujeres experimentan una falta de sensibilidad por parte de sus doctores, un trato juicioso, de menosprecio y hasta discriminatorio por según qué prácticas o orientaciones sexuales.
El momento más incómodo
Esta primera pieza te invita a sentarte, abrir las piernas en posición de exploración ginecológica y, desde esa posición, leer los testimonios que aparecen en la pantalla. Estos son testimonios reales recogidos en una investigación donde participaron 82 mujeres, las cuales relatan algunos de los momentos más incómodos que han vivido en una consulta ginecológica relacionados con el trato recibido.
2. El instrumento
El espéculo vaginal es un instrumento utilizado para las exploraciones ginecológicas que permite, mediante la dilatación de las paredes de la vagina, observar el cérvix. Esta característica herramienta, con aspecto similar a un arma de tortura, fue inventada hace menos de 200 años por Marion Sims, conocido como “padre de la ginecología moderna”. A pesar de todos sus beneficios, el espéculo tiene un origen oscuro, conectado a la autoridad patriarcal y al racismo institucional, ya que Sims utilizó durante años a esclavas negras para realizarles cirugías experimentales sin anestesia. Desde el primer modelo utilizado por Sims y posteriormente perfeccionado por Thomas Graves en 1870, el instrumento apenas ha cambiado.
Actualmente, respecto a su función más práctica, el espéculo es un utensilio que hace su trabajo y lo hace bien, permitiendo realizar la citología (una prueba que en los últimos años ha permitido reducir hasta un 70-80% la incidencia y mortalidad por cáncer de cérvix). Sin embargo, el espéculo apenas ha cambiado en sus 200 años de historia y mantiene un diseño poco adecuado al confort de la paciente.
Revisión del espéculo
Este capítulo de la exposición se fija en la ideología y política que esconden los objetos detrás de su diseño, más allá de su carácter utilitario. A través de bocetos especulativos, se reflexiona sobre el espéculo y cómo este materializa una visión patriarcal que no prioriza el confort de la paciente, un objeto falto de evolución que en manos de doctores representa autoridad y poder.
Reacción al espéculo
El diseño y aspecto del espéculo, así como la propia experiencia de pacientes en quienes lo han utilizado, lo convierte en uno de los instrumentos más odiados. Esta pieza visualiza de forma interactiva las reacciones más comunes al ver este aparato. Al abrir los espéculos verás una palabra acompañada del número de personas que la escribieron como respuesta a la pregunta de campo abierto: “¿Qué palabra te viene a la cabeza al ver este aparato? (seguido de una imagen de un espéculo).”
Estas son algunas de las otras palabras indicadas:
Ansiedad, anticuado, autoconocimiento, abrir, control, deshumanizador, facilitador, exploración, herramienta, horror, introspección, invasión, miedo, molestia, monstruo, mosquito, obsolescencia, pánico, papanicolau, parto, presión, revisión, ruido, tensión, violencia.
3. La píldora
La píldora anticonceptiva ha sido uno de los fármacos más populares y revolucionarios de las últimas décadas, así como uno de los más sujetos a controversia. El primer medicamento de uso masivo para personas no enfermas tiene también un origen sórdido ligado al colonialismo. Los primeros ensayos de la píldora americana en los años 50 se hicieron en Costa Rica con fines eugénicos de control de la población en mujeres pobres que aceptaron tomar la píldora y sufrieron graves efectos secundarios, sin ser conscientes de que formaban parte de un experimento farmacológico.
Desde entonces, millones y millones de mujeres han tomado este fármaco hormonal combinado de progesterona y estrógeno, actualmente 150 millones de personas a nivel mundial. A pesar de su efecto positivo en los movimientos de liberación sexual y emancipación femenina, la historia de esta píldora sigue estando marcada por una falta de consentimiento, de divulgación completa, de una verdadera elección informada, así como de investigación clínicamente relevante respecto al riesgo y posibles alternativas.
Los efectos secundarios
Según un estudio hecho en EEUU, tres de cada cinco mujeres dejan de tomar la píldora durante el primer año de uso debido a sus efectos secundarios. Unos efectos sobre los cuales, mayoritariamente, las pacientes no son informadas. Unos efectos secundarios que se ignoran por parte de todos, al contrario que en otros fármacos. Por ejemplo, el riesgo a trombosis de la píldora es de 0,1% (1 de cada 1000), lo cual no ha supuesto ningún impedimento para su comercialización, por el contrario, el riesgo de trombosis en la vacuna contra el Covid-19 Astra Zeneca que solo es de 0,0006% (30 de cada 5 millones) supuso
frenar la vacunación a nivel mundial durante unas semanas.
Motivos para tomar la píldora
Independientemente de las virtudes o defectos de la píldora anticonceptiva, en las últimas décadas ésta se ha recetado masivamente por profesionales médicos, existiendo en la actualidad un debate sobre si en algunos casos se da una sobre-prescripción innecesaria. Sin embargo, hoy en día, la píldora anticonceptiva sigue siendo el único “remedio” o “recurso” de la medicina occidental para tratar ciertos problemas ginecológicos como el Síndrome del Ovario Poliquístico o la Endometriosis. En datos, esto se traduce a que más de la mitad de personas (58%) que usan anticonceptivos hormonales lo hagan con fines distintos a la prevención del embarazo.
La pared de recetas visualiza los siguientes datos:
— El 42% de personas que usan un anticonceptivo hormonal lo hace exclusivamente con fines anticonceptivos
— El 44% de personas que usan un anticonceptivo hormonal lo hace por algún otro motivo además de la anticoncepción.
— El 14% de personas que usan un anticonceptivo hormonal lo hace exclusivamente con fines distintos a la anticoncepción
Estos son porcentajes totales de personas que usan anticonceptivos hormonales según motivo:
— Anticonceptivo: 86%
— Dolor menstrual: 31%
— Regulación menstrual: 28%
— Acné: 14%
— Endometriosis: 4%
4. La normalización
Ignorar y normalizar el dolor de las mujeres es otra forma de violencia ginecológica. En un estudio de 1974 estudiantes de medicina contaron que habían recibido instrucciones de sus profesores para asumir que las dolencias de las mujeres son psicosomáticas hasta que se demuestre lo contrario. Desgraciadamente, en la actualidad aún quedan trazas de ese pensamiento que menosprecia el dolor proveniente de una mujer.
En el caso del dolor menstrual, la normalización de éste se extiende también fuera de laconsulta ginecológica, en la sociedad general. El 51% de mujeres y 52% de hombres creen que el dolor menstrual es algo con lo que las mujeres tienen que lidiar. Sin embargo, menstruar es una necesidad fisiológica igual por ejemplo que comer y no debería doler.
Dolor menstrual
El silencio, la normalización y el desconocimiento del dolor menstrual son profundos y tienen graves consecuencias. A pesar de que menstruar no debería suponer dolor, los datos muestran como un alto porcentaje de mujeres sufren dolores menstruales periódicamente. Esta pieza visualiza y contrapone unos hechos reales – los porcentajes de mujeres que sufren dismenorrea y endometriosis – con la normalización de este dolor – representada a través de objetos utilizados comúnmente como “remedio” para el dolor. Al levantar estos objetos, descubrimos las consecuencias de tal normalización.
5. El paternalismo
La fuerte tradición paternalista de la medicina occidental se acentúa en la ginecología. Que las pacientes seamos mujeres y la desinformación extendida sobre nuestros propios cuerpos debido a una falta de educación, hace que esta forma de autoritarismo esté muy presente. A día de hoy sigue existiendo una fuerte relación jerárquica entre doctor y paciente, donde muchas veces el primero impone y decide por el segundo, sin dar explicaciones. De esta forma, se sigue perpetuando la figura del médico salvador y la infantilización de la mujer ignorante.
Este paternalismo es una consecuencia directa del sistema patriarcal y se extiende más allá de la actitud individual de los profesionales médicos, pues también se ejerce por parte del Estado a través de leyes y políticas.
Espera impuesta
La ley de salud sexual y reproductiva sobre la interrupción voluntaria del embarazo es un claro ejemplo del paternalismo del sistema. En España, según esta ley, toda mujer que decida abortar durante las primeras catorce semanas de gestación deberá esperar un plazo de al menos tres días, desde que acuda al centro médico y reciba información, hasta que pueda abortar. Este tiempo de espera impuesto conocido como “periodo de reflexión” es un claro cuestionamiento de la capacidad ética de las mujeres para decidir. En España, no existe ninguna otra intervención que por ley requiera algo parecido.
Esta pieza reflexiona sobre el paternalismo en el ámbito de la ginecología a través de la propia experiencia. La grabación muestra este experimento en el que me senté a esperar durante tres días. El vídeo lo acompañan dos peanas que exponen y contraponen una pistola y una medicación para abortar, haciendo referencia al periodo de reflexión impuesto para abortar en España y el mínimo de 3 días de espera obligados en EEUU para comprar un arma.
Conclusión
La violencia ginecológica es una realidad extendida de formas muy distintas; a través de dinámicas sutiles como el trato juicioso y carente de empatía, la falta de investigación y avance científico, la patologización de procesos naturales, la falta de educación e información, la invisibilización y menosprecio al dolor o la normalización de una sistema sanitario paternalista.
La violencia ginecológica es un problema sistémico, no tiene individuos culpables porque todos formamos parte de este sistema. En gran parte, dicha violencia se ejerce de forma involuntaria o inconsciente y es normalizada por todos y todas: ginecólogos, pacientes, industria y estado. Una consecuencia o materialización más del sistema patriarcal que aún sufrimos a día de hoy. Por lo tanto, todas somos víctimas a la vez que agentes de cambio.
Acabar con la violencia ginecológica pasa por revisar nuestras propias vivencias desde una perspectiva crítica, por contar y hablar de ello y por aprender sobre nuestros propios cuerpos. Detectar, desnormalizar y denunciar situaciones que nos hacen sentir incómodas o violentadas es el primer paso para conseguir una ginecología respetuosa y una reconciliación entre doctores y pacientes.