En mayo de 2019 se construyó el primer pabellón de verano en la terraza de la tercera planta de Elisava.
Nos conocimos el pasado lunes en una sesión informativa donde presentaste una propuesta muy ambiciosa de un taller de cinco días con cuarenta alumnos de dos másteres diferentes de Elisava: el de Diseño Gráfico y el de Arquitectura Efímera y Espacios Temporales. ¿Cómo comenzó todo esto?
Todo empezó con una llamada de Elisava. Me dijeron que estaban organizando un taller con un enfoque totalmente nuevo, algo que nunca habían hecho antes. Ya tenían confirmada la participación de Anthony Burrill y querían saber si yo quería involucrarme también. El punto de partida era cinco días, cuarenta alumnos de dos másteres diferentes (sugirieron el espacio de la terraza), un presupuesto cerrado y libertad total para crear lo que quisiéramos.
Pintaba muy bien, pero Anthony y yo no nos conocíamos de nada y lo primero que hicimos fue un skype para hablar y vernos las caras…
Para ver si éramos compatibles.
¡Exactamente! La verdad es que conectamos desde el primer momento. Los dos mencionamos a Enzo Mari y enseguida se nos ocurrió la idea de trabajar con madera, un material que los estudiantes pudieran cortar, serrar y atornillar fácilmente.
Y también nos gustó la idea de la modularidad y de trabajar con la repetición.
«Simplicidad» y «repetición»: estas dos palabras salieron bastante a menudo en nuestras primeras conversaciones. Para nosotros eran conceptos que podían aplicarse tanto a la arquitectura como al diseño gráfico. Otra idea que nos gustaba era la mezcla de las dos disciplinas; queríamos fusionar a los alumnos orgánicamente, sin tener en cuenta lo que habían estudiado.
Desde mi punto de vista, tal como Eugeni acaba de decir, la primera vez que hablamos por Skype conectamos al instante. Cuanto más hablábamos, más clara se nos presentaba la solución a la que podíamos llegar tras el encargo recibido. Pero decidimos dejarlo abierto antes de llegar a una conclusión: era importante no cerrar totalmente el concepto de modo que los estudiantes se involucraran en el proyecto desde un buen inicio y darles espacio para cuestionarlo.
¿Cómo reaccionaron los alumnos?
Tras la sesión de presentación del taller, nos dirigimos a un aula con una pizarra en blanco. Nuestro rol era buscar un poco de provocación: «hay cuarenta y dos personas en esta sala, tenemos 3 kilómetros de listones de madera (algunos alumnos nos habían ayudado a traerlos esa misma mañana), cinco días y una terraza. ¿Qué vamos a hacer con todo esto?
Este fue un momento clave. Cuando les preguntamos qué podían hacer ochenta manos, ellos se pusieron a pensar en formas complejas, en construir algo diferente. Pasamos mucho rato explicándoles que ese no era el objetivo del taller. La idea no era diseñar con ego. Debíamos pensar en algo que pudiéramos construir JUNTOS. Y aquí es donde insistimos en la idea de simplicidad y repetición; a veces es mucho más potente pensar en un sistema, una estructura, en una manera abierta de hacer algo, en vez de concebir formas cerradas y finales.
¿Entendieron lo que les estabais tratando de decir?
Cuando veo lo que hemos hecho hoy en la terraza, me doy cuenta, y me alegro por ello, de que muchas de las ideas que discutimos en ese primer día no estén presentes, sino que el concepto original ha evolucionado, cambiado y crecido según las circunstancias. La idea sigue ahí, pero el resultado es diferente. Para mí, este es el mejor aprendizaje que puede sacarse de este taller: puedes dictar cómo deberían ser las cosas, pero no eres el único elemento en la ecuación, sino que existen muchos otros aspectos que influyen en el diseño, como las condiciones meteorológicas, el tiempo, el tamaño del espacio…
Creo que lo otro que han aprendido es la idea de usar la restricción, de trabajar dentro de los límites, dentro de un sistema (simplicidad y repetición en nuestro caso) como una forma de creatividad. Podemos decir que estábamos solo construyendo una estructura, pero esta estructura puede ser muy liberadora, puedes relacionarte con ella de formas muy interesantes.
Sin ninguna duda este proyecto tiene un toque muy a lo Enzo Mari.
En la sesión informativa hablasteis de la importancia de ser paciente y de mantener el compromiso y el entusiasmo hasta el final. Eugeni, nos mostraste el proyecto de la casa de juegos que construiste con tus hijos, y que no paraban de preguntarte «¿ya está terminada?», a pesar de que necesitaste dos semanas para terminar de construirla. Entiendo que, a veces, a lo largo de un proceso, hay momentos de frustración porque el resultado no se ve enseguida. ¿Te costó abordar este aspecto con los alumnos?
De hecho, debo decir dos cosas sobre el proceso.
El primer día, cuando ya teníamos todo preparado para empezar a construir la estructura, dijimos a los alumnos: «¡Vamos, coged la sierra, los taladros y pongámonos manos a la obra!» Tenías que ver sus caras… ¡Miraban las herramientas como si nunca en la vida hubieran visto una! Y empecé a preguntar si alguien había serrado alguna vez un trozo de madera. De los cuarenta estudiantes, ninguno había usado una sierra. «¿Y quién ha atornillado un tornillo?» De nuevo, nadie. En este punto pensamos que quizá habíamos sido demasiado ambiciosos. Pero los alumnos nos sorprendieron. Al principio, durante las primeras dos o tres horas, eran un auténtico desastre, pero poco a poco empezaron a pillarle el truco, comenzaron a coordinarse y ayer, al cabo de cuatro días de trabajar juntos, verlos era un espectáculo fantástico. Parecía una coreografía estudiada: unos estaban encaramados en las escaleras de mano, otros levantaban los listones que formaban la estructura, otros tomaban medidas… Hubo un momento en que Anthony y yo estábamos sentados bajo la pérgola mirando esta coreografía perfectamente coordinada, funcionando sola, y todos sabían a la perfección donde debían estar, lo que tenían que hacer… ¡Era magnífico! Nos sentimos muy orgullosos de ellos.
La segunda cosa que quería decir es sobre el tema de la «paciencia». Es cierto que esto era algo que nos preocupaba al principio. En la primera parte del proceso había que unir los listones que formaban la estructura y esa era una actividad muy repetitiva que nos iba a llevar dos días para completarla. El hecho de que los alumnos no iban a visualizar el espacio acabado inmediatamente, sino ver una pila de listones ensamblados podía llevarlos a pensar que nada estaba sucediendo. Decidimos pedirles que levantaran las primeras vigas en un momento dado, bastante al principio del proceso, de modo que así podían imaginarse fácilmente cómo sería el resto, cómo sería el proyecto terminado.
Pero, a decir verdad, ese momento de desesperación no llegó a ocurrir. Trabajaban sin descanso, con muchos ánimos y estaban bien organizados. Todo fue muy bien.
Creo que habéis conseguido crear un entorno impresionante.
Ha sido espectacular ver el camino que todos han emprendido en muy poco tiempo. Este proyecto iba de poder desbloquear el potencial de cada uno. Normalmente no consigues hacer muchas cosas en cinco días, ¿no crees? Fue un auténtico reto: provocábamos a los alumnos, les planteábamos preguntas y los sacábamos fuera de su zona de confort. Con cada acción de serrar y atornillar, podías ver cómo se construía esa conexión; podías ver cómo crecía su confianza y cómo se unía el grupo. Todos estaban trabajando juntos para este objetivo común.
¡Efectivamente! Durante el taller me venía a menudo la imagen de las comunidades rurales. Los amish, por ejemplo, construyen sus casas todos juntos; todos ponen de su parte, pero la casa la construye el grupo.
Anthony empieza a buscar algo en su teléfono.
Normalmente no soy de escribir tuits; soy más bien una persona de Instagram, pero tuiteé esto: «Las personas en grupo hacen que pasen cosas». Y creo que esa es la idea. Me emocioné mucho…
Este tuit, de hecho, me va perfecto para relacionarlo con tu obra. Tú trabajas con palabras, significado y contexto, normalmente con un mensaje bastante positivo. ¿Qué intervención gráfica preparaste para los estudiantes?
Creo que los alumnos de diseño gráfico al saber que iban a hacer un taller conmigo se imaginaron que haríamos una especie de declaración de intenciones, pósters muy gráficos y tipográficos, pero no era esto lo que tenía en mente. Este taller iba más sobre la intención del trabajo y menos sobre el resultado personal. Era sobre la filosofía del diseño y creo que, a decir verdad, llegamos a profundizar bastante en el tema. «¿Qué es el diseño?», «¿qué quiere decir el diseño?», «¿de dónde viene?», «¿cómo se relaciona con la producción y el aspecto físico de hacer algo?». En otras palabras, era conseguir algo con tus propias manos en vez de, ya sabes… interactuar con el teléfono.
Creo que los dos queríais centraros en la filosofía de «aprender haciendo» y, a través del proceso de «hacer», también pensar y tener una perspectiva creativa sobre temas más tangibles.
Sí, cometer errores, aprender de ellos y seguir.
¿Podríais decirnos algo más técnico sobre la construcción en sí? Debo admitir que soy bastante negada cuando se trata de construir cosas, y me imagino que la mayoría de personas que leen esta entrevista quizá también lo son.
¡Todavía queda mucho trabajo por hacer arriba! Puedes aprender y ayudarnos.
Todos reímos.
A ver, cómo empezamos…
En primer lugar, dimos a los alumnos el material en bruto en dos formatos: una vara de madera de 3 kilómetros de largo cortada en piezas de 4,5 metros, y 80 paneles de madera de aproximadamente 2 x 1 metros cada uno. La lección número uno fue: «el material dicta cómo hay que tratarlo». Si hubiéramos tenido otro tipo de material, el resultado hubiera sido totalmente distinto.
En segundo lugar, cuando «escuchamos el material», también debemos «escucharnos a nosotros mismos». Eso quiere decir que debemos tener en cuenta nuestras habilidades (fortalezas y debilidades) y nuestro contexto (el tiempo con el que contamos, el espacio en el que trabajamos, etc.). Así que cuando empezamos a pensar cómo juntar todas las piezas, el ejercicio consistió en preguntarnos «¿cuál es la manera más sencilla de tratar con este material con un mínimo esfuerzo?». Por ejemplo, podíamos haber pensado en hacer las juntas muy elaboradas, pero nos hubiera llevado demasiado tiempo, un tiempo del que no disponíamos… Esta razón es por la que Enzo Mari era tan importante para nosotros desde el principio: sus diseños son muy ingeniosos y cualquiera puede construirlos. No hay necesidad de que un carpintero los fabrique.
El libro de Enzo Mari Autoprotgetazzione revolucionó el mundo del diseño en los años setenta al cuestionar el paradigma capitalista de la producción en serie y del consumo de masas. Su alternativa DIY defendía una democratización del diseño y promulgaba la idea de «diseñar sin ego», un diseño basado en la simplicidad, funcionalidad y honestidad.
La falta de técnica no debería impedirnos hacer cosas, pero ¿no es muy difícil hoy en día convencer a los alumnos de que las cosas no salen bien a la primera? Imagino que el mundo perfecto de Instagram nos ha vuelto personas más orientadas a los resultados y menos involucradas con las diferentes fases de un proyecto.
Eso es cierto, pero, aun así, al empezar a construir algo con tus manos es cuando la técnica se funde de forma natural en el proceso. Esto es algo que me interesa enormemente, el hecho de que tengas el poder de decidir qué camino tomar, pero en cambio es el contexto el que dicta CÓMO tomas ese camino. Creo que es algo muy provechoso para los alumnos porque, como bien dices, pueden estar demasiado enfocados hacia el resultado final, pero a veces debes centrarte más en el proceso para crecer.
Los objetos acabados no aparecen de la nada. Existen procesos de fabricación que dictan el aspecto y la materialidad de los objetos. Todas las decisiones que tomas durante el proceso –¿qué material usar?, ¿qué implicaciones conlleva?, ¿es fiable y seguro cuando lo usas?, ¿será sostenible?– definen el resultado final. Para mí en esto consiste la enseñanza del diseño en su sentido más puro.
Antes me has dicho que llevaste a los alumnos al taller de Elisava y que algunos no habían estado ahí nunca.
Las máquinas pueden ser muy útiles para transmitir ideas. En nuestro caso fuimos ahí para cortar los paneles de madera con una máquina CNC.
El sistema de control numérico (CNC) es un proceso de fabricación en el que un software previamente programado dicta el movimiento de las herramientas y de la maquinaria. Esta tecnología permite realizar cortes muy precisos en una gran variedad de materiales como el aluminio, el acero, el plástico, la madera y la espuma, entre muchos otros.
Uno de nuestros objetivos era acomodar una evidencia gráfica en la arquitectura. Al principio pensé en pintura, o quizá en aplicar un vinilo cortado sobre los paneles de madera, pero todo el concepto del proyecto estaba basado en el material, así que la idea de recortar el panel y convertir el diseño en una parte integral del objeto tenía mucho más sentido. El diseño está en el material.
¿Podrías explicarnos la idea que «fabricaste»?
Les dimos a los alumnos una tipografía stencil (si el objetivo es una tipografía recortada sobre un material, solo se puede usar una tipografía stencil) y tres formas: un círculo, un cuadrado y un triángulo. Podían usar parte de las formas de las letras, de los trozos repetitivos, lo que quisieran. Estos elementos tan simples constituían su material en bruto, el aspecto físico de su intervención, y eran libres de hacer lo que quisieran con ellos.
Hubo un debate sobre qué tipo de elementos gráficos serían relevantes para este proyecto. No tenía sentido poner mensajes vacíos como «Sé feliz», y este tipo de cosas. Uno podría pensar que la restricción de trabajar con elementos simples sería bastante aburrido, pero, si miras el resultado final, no tiene nada de aburrido. De hecho, ¡es alucinante!
Al fin y al cabo, los planteamientos del diseño gráfico y de la arquitectura fueron exactamente los mismos.
Por eso nos llevamos tan bien. Nuestra manera de aproximarnos a la arquitectura y al diseño es muy parecida, y por eso lo llamamos un proyecto «fusionado». Para serte sincero, durante toda la semana, no sabíamos quién estaba en el master de diseño gráfico y quién en el de arquitectura efímera. Y no nos importaba, no era relevante: la manera de pensar era lo más importante en este taller, no la formación de cada alumno.
Ahora que habéis terminado esta experiencia, y que era la primera vez que trabajabais juntos, ¿hay algo que hubierais hecho de forma diferente?
Pues no.
A excepción de la lluvia.
Sí, un alumno había entrado en el aula y se había quedado escuchando atentamente toda la conversación.
De hecho, ni eso hubiera cambiado; debes aprender a ser flexible. Así es como funciona la vida, debes adaptarte a las situaciones e improvisar.
Si hubiéramos planeado todo hasta el ultimo detalle, se hubiera interrumpido nuestro proceso creativo.
¿Cómo creéis que los alumnos van a ocupar este espacio en los próximos tres meses?
Espero que lo hagan de una forma creativa. Creo que es un espacio fantástico para usar como terraza, como bar, sala, cine al aire libre… Pero me gustaría que nos sorprendieran. De hecho, sería genial que nos mandaran una foto cada vez que lo usaran de forma diferente y así mantener un registro de los diversos usos creativos que dan al espacio.
Es un espacio que puede adaptarse a todo. Me acaba de venir a la cabeza el aspecto de la terraza el pasado lunes; era un espacio un poco cutre con mucho cemento y unas grandes sombrillas.
Y también me acuerdo de las caras aterrorizadas de los alumnos al verlo.
¡Sí, era horrible y lo convertimos en algo espectacular!
El día anterior a esta entrevista, recibí una invitación de última hora a una fiesta en la terraza, donde Anthony iba a pinchar algunas de sus «finest tunes» (sus palabras exactas que pronunció en la sesión informativa que captaron la atención de los alumnos). La previsión meteorológica anunciaba mal tiempo para el ultimo día del taller y eso obligó a adelantar la fiesta. ¡Y qué fiesta! Era muy impresionante ver la estructura de madera inacabada, cubriendo una tercera parte de la terraza, con estudiantes, profesores, personal de Elisava y curiosos bailando, tomando cerveza y echándose unas risas. Una imagen perfecta del espíritu relajado y acogedor de Barcelona.
De camino a casa, recordé que Eugeni había mencionado la importancia de documentar todos los pasos del proceso constructivo, para tener un registro de cómo la estructura cobraba vida. Estas imágenes son la prueba de la existencia de este espacio efímero. Y en lo referente a la experiencia efímera, me atrevo a decir que todos nos quedamos con lecciones, amistades y recuerdos para toda la vida.